Animada presentación en la librería de la exposición de María Maza “Verotopías. Los lugares del Vero”.
Muchos amigos, artistas y gente de la
cultura barbastrense se dieron cita para admirar la versión pictórica del río
Vero, que partiendo de la Boquera va
subiendo hasta su nacimiento. Y después
las “Biomandalas”, ¿ una visión aumentada de un mundo microscópico?
Buena compañía con un vino de Bodegas Enate. Fotografías
de Antonio Raya.
Definimos la utopía como el no-lugar. Ese no-lugar puede estar proyectado fuera del tiempo o dentro, y dentro del tiempo en el futuro, o en el pasado.
Mi no-lugar está humedecido por las aguas del Vero, río al que a veces nos
asomamos y al que a menudo damos la espalda. Está presente en mi memoria, pero
también es un referente geográfico que me ayuda a situarme emocionalmente a lo
largo de mi vida.
La mayoría de series que pinto son una “excusa” para explorar algún aspecto
formal. La composición y la luz en “The Great Escape”, la figura humana en
“Transmutaciones”, el aspecto lúdico y abstracto en los “Micropaisajes”.
Las “Verotopías” son la voluntad de explorar las veladuras, y el interés
por describir este paisaje acuático profundamente ligado a mis recuerdos.
Las
sucesivas riadas en primavera, el miedo atávico que mi padre tenía a que yo
bajara a la orilla de este río humilde y bronco, pero también la raigambre
familiar paralela al río -de Morcat a Barbastro, pasando por Lecina-, las
excursiones en bici hasta La Boquera, las tardes de verano con mi mejor amiga
en una poza escondida…
El Vero es un río antiguo, escultórico, con una intervención humana escasa
-saltos y azudes-, cuyas orillas ofrecen gorgas pequeñas, en parajes de una
intimidad insospechada. Un río junto al que he crecido, con el rumor quedo de sus
aguas en verano. Quería retratarlo, pintar ese movimiento del agua que apenas
se nota. Sus transparencias, el lodo del fondo, las curvas de la piedra lamida
durante milenios. He querido jugar con la composición y la perspectiva, porque
hay siempre en mi pintura un juego entre la abstracción y la forma.
Junto a esta serie -o el inicio de ella-, presento por primera vez los “Biomandalas”,
acuarelas inspiradas en la observación cenital y libre del entorno. Dentro de
un círculo organizo -con los ikebanas en la mente- la pequeña naturaleza que se
agazapa junto a la bota, buscando dibujar la asimetría sagrada presente en lo
cotidiano.
Frente a los horizontes magníficos, y los paisajes cargados de épica, estas
acuarelas que entiendo como un registro musitado de la fascinación por la
Naturaleza como macrobiota y sistema, en una composición que recuerda a los
mandalas, pero también a las placas petri o a los ojos de buey.
Es, en todo caso, el necesario contrapeso abstracto para una serie de
paisaje que retoma el relato de la luz y la atmósfera presentes en “The Great
Escape”.
María Maza noviembre 2019
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